Sin más anuncios que hacer les dejo el capítulo, ¡espero que sea de su agrado! La verdad lo siento algo desgajado, sobretodo el extra, pero aun así espero que sea disfrutable =D.
Disclaimer: Los
personajes utilizados en esta historia no son de mi propiedad, pertenecen
enteramente a su creadora ChiNoMiko.
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Nunca
Castiel había cancelado un ensayo. Ni siquiera aquella ocasión en la que la
garganta se le cerró a tal grado que apenas si podía dar voz a monosílabos. Por
eso la repentina llamada del pelirrojo diciéndole que no iría a su casa como
habían acordado lo desconcertó. Antes de que pudiera inquirir el por qué, el
pelirrojo ya había colgado. Si bien Castiel había tenido roces con Leigh en el
pasado debido a sus oscos modales –si es que podían llamársele modales a esa conducta
tan incivil de la que hacía gala como si fuera algo para enorgullecerse–, estos
habían carecido de relevancia. Es más, la última vez que el guitarrista estuvo
en la morada de los Ainsworth, Leigh parecía no darle importancia ya a sus
abruptas maneras. Sin mencionar que a Castiel poco le importaba lo que el
pelinegro pensara de él, por tanto, aquello quedaba descartado como motivo para
la misteriosa cancelación.
Sin
nada que hacer en aquella enorme casa y determinado a no darle demasiada
importancia a una nimiedad, Lysandro decidió salir a aspirar aire fresco.
Después de haber caminado tan sólo unas cuantas calles, casualmente se encontró
con Nina, quien se auto-invitó a su pequeña caminata sin rumbo. Luego de andar por
los alrededores, la joven lolita sugirió ir al centro comercial. No era
precisamente un sitio para tomar aire fresco, pero allí había una cafetería con
un excelente café y nunca era mal momento para disfrutar de una bebida caliente.
Nina parecía muy contenta mirando los aparadores, sus grandes ojos azul claro
brillaban ante los cristales llenos de monerías –¿o sería que brillaban ante el
reflejo de su persona tomada del brazo de Lysandro?–. El albino por su parte,
no parecía prestar el menor interés en los artículos que allí vendían, a menos
que pasaran por la librería no había nada allí exhibido que le entusiasmara.
Sólo cuando descuidadamente vio su reflejo en las vitrinas reparó en que Nina
se le había colgado del brazo, pensó en zafarlo suave y discretamente. Nina era
una chiquilla pero cualquiera que los viera caminar con los brazos entrelazados
podría hacerse una idea equivocada. En eso estaba cuando una cabellera roja
pasó a su lado. El albino se volvió para constatar lo que ya sabía: se trataba
de Castiel, sin duda alguna. Nina se giró también, y tras notar la presencia
del pelirrojo soltó un resoplido de fastidio.