Disclaimer: Los
personajes utilizados en esta historia no son de mi propiedad, pertenecen
enteramente a su creadora ChiNoMiko.
Contiene SPOILERS del episodio 12
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Desde
que aquella tonta deliberadamente se escondió en uno de los casilleros para
espiar a Lysandro, he sido extra cauteloso cada vez que me cambio. No fue que
me avergonzara el ser visto sin camisa, sino que viera las marcas de mi
espalda. Sé que a pesar de todo fue discreta y estaba sinceramente preocupada
por mí, aun así, ventilar mis asuntos privados no es precisamente algo a lo que
sea afecto. Revisé todos los casilleros por si las dudas y una vez seguro de
que estaba completamente solo me quité la camiseta, había estado esperando
quitármela desde el instante que me la puse, aunque no era excesivamente
ajustada, la clase de tejido que la componía insistía en pegarse a mi piel,
torturándome. Torcí mi cuello lo más humanamente posible y me miré en el
espejo. Las heridas no estaban abiertas, pero no había faltado mucho para que
lo estuvieran. La piel se encontraba severamente escoriada. Intenté untarme una
pomada refrescante que usaba en estos casos, pero mis brazos no alcanzaban a
esparcirla correctamente. “Tch”. Dolía.
—¡Hombre!, pero ¿qué te
pasó?
Mis
ojos se abrieron como platos. Estaba tan concentrado en no lastimarme más que
ni siquiera presté atención a los sonidos de mi alrededor. “¡Pero qué tonto!
Debí atrancar la puerta”. Me di vuelta y allí estaba uno de los alumnos
'nuevos' mirándome con preocupación.
—¿Podrías dejarme solo?
—demandé poniéndome torpemente una camisa.
—Mmm… lo siento, he
venido por mis cascos, no intentaba espiar.
Asentí
sin decir más. Moría por pedirle que no hablara de esto con nadie, pero a la
vez me encontraba demasiado apenado para hacerlo.
[PRUCK]
—¿Qué fue eso? —pregunté
al escuchar un suave ruido en la entrada.
—¿Eh? —Alexy había estado
ocupado buscando sus cascos en el casillero, completamente despistado de todo.
—Acabo de escuchar algo…
—me dirigí a la puerta y jalé la manija. Cerrada. Alguien le había puesto llave
por fuera— la puerta está cerrada.
—Es broma, ¿verdad? —dijo
el gemelo.
—¿Por qué bromearía con
eso? No tiene gracia alguna…
—Pero, ¿quién pudo haber
sido? y ¿por qué nos querrían encerrar? —murmuró Alexy, pensativo. Lo conocía
muy poco y sólo sabía que era un chico alegre y hasta el momento se llevaba bien
con todos, sobre todo con las chicas… quizá, se estuviera acercando demasiado a
alguna de ellas y puso a alguien celoso, pero aun así, encerrarlo en los
vestidores era una medida bastante estúpida, y era aún más estúpido no haberse
cerciorado antes de que había alguien más— oye, eres el delegado, ¿no tienes
forma de comunicarte con el profesor de E.F. seguro él puede sacarnos.
—No, no tengo mi móvil
aquí. Está en el casillero del instituto.
—¡Qué mala suerte! Bueno,
si hay una clase después de nosotros, seguro no tardan en abrir.
—Podría equivocarme, pero
creo que fuimos la última clase del día.
—¡Sí que nos la jugaron
entonces! —exclamó con una sonrisa complicada.
—Me gustaría saber quién
fue el graciosito —dije, fastidiado. Tenía mucho papeleo por terminar y no
podía darme el lujo de perder el tiempo.
—Mmm… espero que Armin me
busque pronto… —comentó no muy convencido.
Los
vestidores no tardaron en quedarse en silencio, de no ser por el casi
imperceptible sonido de nuestra respiración bien podrían haber estado vacíos.
Estaba
de muy mal humor por la situación en que nos habían puesto, por el ardor de mis
laceraciones, por la escurridiza mirada de Alexy como con ganas de preguntar de
nuevo por mi espalda… decidí buscar alguna forma de salir, primero, típicamente
golpeé la puerta pidiendo ayuda, pero nadie respondió, sólo toqué un par de
veces, si la persona que nos había encerrado seguía allí, sólo terminaría por
burlarse. Luego jalé la manija con desesperación, casi al punto de arrancarla,
no podía creer que alguien fuera tan inmaduro para hacer algo así. Enojado me
dirigí hacia la banca que estaba en medio de la habitación. Alexy se había
sentado recargado en su casillero con los cascos puestos. Su cabeza se mecía al
ritmo de la música, parecía estar disfrutando mucho, incluso había cerrado sus
ojos como buscando entrar en comunión con lo que escuchaba. Yo nunca he sido gran
fan de la música, bueno, más bien, nunca he podido serlo…
Debió
sentir mi insistente mirada porque al poco rato abrió los ojos algo
sobresaltado.
—¿Quieres escuchar?
—Preguntó ofreciéndome los cascos— no sé qué música te guste, pero lo que
escucho es bastante bueno…
Me
senté a su lado y me acomodé los cascos, pegó su cabeza contra la mía, di un
pequeño salto sorprendido. Él me sonrió. Se había acercado para pegar su oído
al auricular que estaba de su lado, tenerlo tan cerca me ponía un poco
nervioso, no estaba habituado a tanta confianza, podía percibir el aroma de su
cabello, era un olor muy agradable… olvidándome de las heridas de mi espalda
quise recargarme en la casilla a mis espaldas, sin embargo, el dolor me hizo
recordar lo lastimado que estaba. “¡Ouch!”, exclamé impulsándome hacia el
frente, jalando el cable de los cascos que cayeron de mis oídos a mis hombros.
—¿Estás bien? —inquirió un
tanto afligido. Asentí— hace rato, antes de que llegara estabas poniéndote
algo, no te sientas cohibido, yo puedo mirar hacia otro lado si te hace sentir
más cómodo.
Quise
negarme, pero en verdad me iría bien refrescar mi espalda, así que no tuve más
remedio que untarme el mejunje en su presencia, “de todos modos, ya me ha
visto”. Por el reflejo del espejo le miraba de reojo, no hacía ni el más mínimo
intento de mirar en mi dirección, lo cual me alivió.
—Tch… maldición… —me
estaba costando trabajo esparcir la pomada sin terminar presionando demasiado
la piel.
—¿Quieres que te ayude?
—ofreció, aventurándose a mirarme.
—No… yo… —ya era lo
suficientemente bochornoso el que me viera en semejante estado como para
agraviarlo permitiendo que él me pusiese el ungüento.
—Vamos, no seas necio. No
es como si por ayudarte me fuera a creer con derecho a exigir que me cuentes
qué te pasó. Claro que si quieres hacerlo, soy todo oídos —manifestó,
poniéndose de pie y quitándome la preparación. Me mantuve en silencio mientras
esparcía la pomada. Era una sensación en exceso grata. Sus manos eran
inesperadamente suaves.
—Gracias… —le dije entre
dientes tan pronto terminó. Cogí mi camisa pero cuando me la iba a poner Alexy
me detuvo.
—Deberías de esperar un
poco, si no la tela absorberá todo.
Dejé
la prenda sobre la banca y me senté a un lado, sintiendo la frescura de la
pomada surtiendo su efecto. Él tomó asiento en el mismo lugar de antes, pero
esta vez se dejó los cascos colgados en el cuello. Se había quedado mirando
fijamente hacia una de las taquillas, al principio quise voltear a ver de cuál se trataba, pero el color de sus
ojos me distrajo, era la primera vez que notaba su peculiar tonalidad. Cuando
recién llegó al instituto junto con su hermano, apenas si le miré, estaba lleno
de trabajo y todavía tenía que encargarme de sus papeles. Pero ahora me daba
cuenta de que eran de un lila que sólo había visto en las…
—Orquídeas…
—¿Eh? ¿Dijiste algo?
—preguntó, desviando su mirada en mi dirección.
—No… Nada…
—¿Hmm? Estoy seguro de
haberte escuchado decir algo… —remarcó frunciendo la boca.
—Sólo pensaba en voz alta
—respondí. Sus ojos eran del color de las orquídeas. A decir verdad, siempre me
he sentido atraído hacia esas flores en específico, su forma, su tonalidad, su
elegancia… sin embargo, debido a mi alergia sólo he sido capaz de admirarlas a
la distancia.
—Me pregunto cuánto
tiempo estaremos aquí, —exhaló— al menos nos hacemos compañía, sería espantoso
que sólo uno se hubiera quedado atrapado, ¿no crees?
—¿Y de qué nos sirve ser
dos si no podemos hacer nada para salir? —señalé agriamente.
—¡Nos hacemos compañía!
Odio estar solo, ¿tú no? —protestó inflando las mejillas en un gesto que me
sorprendió de tan infantil. "¿Un chico de su edad teniendo esas reacciones
todavía?"
—No. La mayor parte del
tiempo estoy solo. —no siempre había sido así, hubo tiempos en los que era tan
sociable como cualquier otro chico de instituto, pero las circunstancias me
llevaron a resguardarme tras los estudios.
—Mmm… tal vez no sea lo
ideal necesitar estar acompañado para sentirte a gusto, pero tampoco creo que
estar solo todo el tiempo sea buena idea, somos seres sociales por naturaleza,
¿sabes? —argumentó tomando una actitud inesperadamente seria. Por lo que había
escuchado decir, él no solía portar expresiones graves, quizá tuviera alguna
mala experiencia en el pasado… no creo que fuera de pura preocupación por mí…—
¿por qué no vas de compras con Armin y conmigo uno de estos días? —añadió,
recobrando su alegre sonrisa.
—¿De compras?
—¡Sí! Me encanta ir de
compras y un cambio de look no te vendría mal, siempre vistes demasiado serio.
—No creo que mi estilo de
vestir te incumba —exclamé irritado. “¡Cómo si a mí me gustara vestir así!”.
Tenía que dar una buena imagen en mi casa y además como Delegado no puedo darme
el lujo de andar en fachas.
—Pero no te enojes —dijo
riendo— es sólo una sugerencia. A todos les viene bien un cambio de vez en
cuando.
Me
reservé mis comentarios y me concentré en ponerme la camisa, ya había pasado
suficiente tiempo para que la pomada se absorbiera en mi piel.
Volví
a intentar abrir la puerta, incluso traté de forzarla con mi credencial de
estudiante, a riesgo de dañarla, pero a diferencia de lo que cualquiera
pensaría, la chapa era muy resistente.
Después
de un rato nuevamente me senté delante de las taquilla, esta vez evitando
recargarme, abracé mis rodillas con ambos brazos y hundí mi cabeza entre ellos.
"Parece que la mala suerte me persigue". Sentí una mano presionar,
confortante, mi hombro; alcé la vista y sus ojos me miraron con calidez. —No te
preocupes, saldremos pronto de aquí —usualmente respondería fastidiado a una
frase tan cliché como esa, mas, la forma en que la dijo y la sonrisa amigable y
brillante con que lo hizo provocaron que un intento de sonrisa se formara en
mis labios mientras asentía— cuando salgamos, te ayudaré para que termines
pronto y puedas ir a casa.
—No, —me apresuré a
contestar— no quiero ir a casa... —en seguida desvié la mirada. "Tendría
que haber disimulado".
—¡Está bien! Entonces nos
daremos prisa y luego ¡iremos de compras! No hay necesidad de esperar al fin de
semana, igual eres un chico listo y tus deberes seguro los terminas en 5
minutos —exclamó animadamente.
Ya
no sabía cuánto tiempo había pasado, se sentía como si hubieran sido horas y
sin embargo, bien pudieron ser minutos, aunque por el calor acumulado en la
habitación lo dudaba mucho. Habíamos parado de hablar cuando la temperatura se
había elevado tanto que el seguir hablando resecaba nuestras bocas
insoportablemente.
El
cabello minuciosamente desordenado y azul del gemelo, ahora se había vuelto
¡verdaderamente desordenado! Ya había hecho la chaqueta naranja que llevaba a
un lado desde hacía un buen rato y como ni así había logrado reducir el calor,
no dejaba de alborotarse el cabello en desesperación. Poniéndose de pie comenzó
a abanicarse con su playera, dejando a la vista la blanca piel de su abdomen.
Honestamente, para ser un estudiante que se abstiene de participar en eventos
deportivos y que incluso se salta E.F. cada que un buen pretexto aparece su
figura no dejaba nada que desear.
—¡Ya! ¡No aguanto más! Iré
a darme una ducha. —sin más preámbulos se dirigió al área de regaderas. Por lo
general pasaba desapercibida, los ejercicios de la clase no eran demasiado
extenuantes para necesitar usar ésa parte de las instalaciones, probablemente
los únicos que hicieran uso de ella eran los integrantes del club de
baloncesto. Yo me quedé sentado donde antes, escuchando el murmullo del agua
cayendo, desabrochando uno de los botones de mi camisa para sentir un poco de
alivio, a este paso terminaría con la camisa completamente desabotonada en poco
tiempo...
...
¿Es...
...dormido?
Sentí una refrescante sensación rozando mi mejilla.
Era muy agradable, como brisa fresca. En un acto reflejo mis brazos se
sujetaron a la fuente de frescura, sin embargo, el sonido metálico de las
taquillas me despertó. Lo primero que vi fue el rostro sonriente de Alexy,
quien se estaba recargando con uno de sus brazos en el casillero a mi espalda
para evitar caer sobre de mí.
—No creí que la técnica
de hablarte al oído fuera tan eficaz —dijo divertido.
—De haberme dicho que te
estabas ligando al Delegado los dejaba juntos más tiempo —comentó una voz
ligeramente familiar.
Alexy
al fin recobró el equilibrio y se levantó ofreciéndome su mano para que yo también
me reincorporara. Aturdido extendí mi mano.
—No le hagas caso. Armin
siempre está de broma —explicó el gemelo. Su cabello aún estaba húmedo
—¿podrías adelantarte, Armin? Prometí ayudarle a Nath con sus deberes de Delegado —declaró, sin romper el contacto visual conmigo, y sin soltarme
tampoco, pese a que ya estaba completamente de pie y no necesitaba más de su
soporte.
—¡Cómo quieras! —Y así,
sus pasos hicieron eco en el gimnasio mientras se alejaba, dejándonos a Alexy y
a mí nuevamente a solas.
Volviendo
a mis sentidos retiré mi brazo de su firme agarre y esquivando su mirada le
dije —Si me vas a ayudar entonces mejor nos vamos ya al instituto —y comencé a
caminar en dirección a la salida.
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